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Ese era el lápiz con el que le gustaba dibujar a Marco. Marco era un niño con una sonrisa especial, siempre estaba alegre su sueño era ser pintor. Marco tenía solo a su madre porque a su padre no lo conoció ya que, antes de que él naciera, murió por un acidente de tráfico.
A la madre de Marco le costó mucho superarlo, pero Marco siempre le sacaba una sonrisa. Una mañana lluviosa, Marco se encontraba mal, no tenía ni siquiera una pequeña sonrisa. Su madre se preocupó mucho por él y lo llevó al hospital. Cuando le dieron la terrible noticia, la madre de Marco empezó a llorar. Entonces él le preguntó qué pasaba y su madre le dijo que tenía cáncer.  Marco echó la cabeza hacia abajo unos segundos, miro la cara de su madre y le sonrió diciéndole que no pasaba nada, que lo iba a superar.
Cada mañana se levantaba la madre de Marco preocupada y se iba a verlo al hospital. Él, cada vez que iba su madre a visitarlo, le daba un dibujo y le sonreía.
Una noche Marco se encontraba muy mal y los médicos no sabía ya lo que hacer. Esa mañana la madre de Marco se había levantado temprano para comprar churros para él, porque le encantaban. Cuando fue a la habitación del hospital se le cayeron los churros al suelo y las lágrimas.
Marco había muerto, pero en su mano tenía un dibujo y una carta. El dibujo era el retrato de ella y la carta decía: "No mires hacia atrás a menos que puedas sonreír, no mires hacia el futuro a menos que puedas soñar".
Un año más tarde la madre es profesora de plástica y trabaja con niños discapacitados y con problemas, pero siempre lleva en su corazón esa sonrisa que nunca se apagó.                           


Antonio Vicente Valero Penalva

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